La Iglesia Católica sigue de cerca la realidad argentina y no deja de lado su preocupación por la situación socioeconómica. A las puertas de la Semana Social (8 al 10 de agosto) que cada año organiza la Comisión Episcopal de Pastoral Social, este año encabezada por el obispo Dante Braida (La Rioja), la institucionalidad de la Iglesia Católica sigue atenta y preocupada por la evolución de los indicadores sociales. Más allá de los títulos formales de los paneles previstos, habrá que prestar atención a quienes participarán del encuentro que se celebrará en Mar del Plata porque –como lo ha sido siempre– se trata de un ámbito de resonancia de la problemática social para que referentes de diferentes sectores hagan públicas sus preocupaciones bajo el amparo eclesiástico. Esto resulta particularmente importante en un momento en que desde la jerarquía eclesiástica se multiplican los diálogos con muchos “heridos” por el brutal ajuste que le impone al país el gobierno que encabeza Javier Milei.
El título del encuentro marplatense habla a las claras de las inquietudes que priman en la Iglesia y en particular entre los obispos. “La amistad social como sueño y como camino” refiere a una preocupación creciente por el aumento del conflicto social que se refleja en la pérdida de la calidad de vida de buena parte de la ciudadanía afectada por la crisis económica. La Iglesia en general pero los ministros en particular –tanto los sacerdotes como los obispos– son destinatarios habituales de las angustias de las personas. En lo cotidiano en las parroquias y en las capillas, pero a nivel más institucional a través de encuentros con sectores organizados que reclaman por sus derechos violados.
Solo a modo de ejemplo. En la última semana, el obispo presidente de la Comisión de Comunicación, Jorge Lozano (San Juan), recibió a los sindicatos que agrupan a los trabajadores de los medios públicos. Según la información que surgió de la reunión “las organizaciones expusieron la situación difícil que atraviesan en distintas regiones del país, manifestando una especial preocupación por el vaciamiento de los medios que generan contenidos federales, el deterioro de las condiciones laborales y las dificultades serias para garantizar información pública de calidad”. Pero también “expresaron su temor por la precarización de fuentes de trabajo, en el marco de eventuales transformaciones estructurales que podrían afectar el carácter estatal de estos medios”.
En la oportunidad Lozano atendió demandas y preocupaciones. No es el único caso. Sin demasiada publicidad se producen encuentros entre trabajadores organizados y algunos obispos dispuestos a escuchar y, en ciertos casos, a solidarizarse con la situación y con los reclamos.
Al más alto nivel, el personal de la salud que viene protagonizando el conflicto en el hospital Garrahan ha recibido el respaldo del presidente del episcopado, el arzobispo mendocino Marcelo Colombo, y del secretario general de la Conferencia, el obispo Raúl Pizarro. Pero las autoridades eclesiásticas también han demostrado cercanía y solidaridad en otras situaciones como los reclamos de las personas con discapacidad, los jubilados y hasta preocupación por el desguace del INTA. También se manifestaron en contra de la baja de edad de imputabilidad para los jóvenes advirtiendo que ese no es el camino. Hay semáforos que se encienden, algunos en amarillo otros en rojo.
Aunque todavía no está cerrada la lista de quienes intervendrán en las distintas mesas de la Semana Social los títulos invitan a la expectativa. “Política y construcción de la amistad social” y “Leer la realidad desde las periferias” serán los temas del primer día. Con “Economía y trabajo” se abrirá la segunda jornada. Siguiendo lo que es tradicional en este tipo de eventos las y los participantes compondrán un abanico muy plural de perspectivas políticas y técnicas. Una diversidad suficiente para reflejar lo que está ocurriendo en la realidad social y política del país.
No es menor que en el título del encuentro se incluya también la mención al “legado de Francisco”. En la conducción del episcopado existe la convicción de que la impronta del papa fallecido, en particular su acento en la doctrina social de la Iglesia y en la justicia social, tiene que permanecer visible y profundizarse en el hacer eclesial. El título de la intervención del obispo Braida el domingo 10 de agosto es “Francisco y la esperanza”.
La creciente desigualdad y la demanda de justicia social están presentes en la agenda episcopal. A eso hizo referencia el arzobispo de La Plata y presidente de Cáritas, Gustavo Carrara, al hablar en el Te Deum del 9 de julio. Lo dijo Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y expresidente de la Pastoral Social: “estamos atravesados en nuestro tiempo y en nuestra patria por años de crecimiento de la desigualdad, de aumento del narcotráfico como herida abierta en nuestro pueblo, en especial en los sectores más vulnerables con una coyuntura que solo aumenta los riesgos con el corrimiento del Estado de obligaciones básicas”.
En la frase de Lugones se incluye otro tema: el Estado que se corre de sus responsabilidades. Debería ser una cuestión para incluir en una agenda de diálogo para la búsqueda de colaboración y alternativas entre el gobierno y las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, ello no está ocurriendo. No hay diálogos fructíferos, aunque de ambas partes se haga constante referencia a una relación que se mantiene en términos formalmente institucionales. Es cierto lo que se dice. Pero en la historia argentina –para bien en unos casos, para el mal en otros– el diálogo y la cooperación entre el Estado y la Iglesia ha ido mucho más allá de lo meramente institucional para buscar acuerdos y también acciones comunes. Esto no es lo que está ocurriendo hoy, salvo en cuestiones muy puntuales y excepcionales que solo confirman la regla. Tampoco es algo que debería extrañar dado que, visto está, el Presidente prefiere no escuchar voces disonantes y sólo habla con quienes están dispuestos a aplaudirlo. A todas luces el gobierno de la La Libertad Avanza y la jerarquía de la Iglesia Católica se mueven en sintonías distintas.