La Educación de duelo: Adiós a nuestro querido Daniel Lesteime

208

“Esta es el alma, amigo,
en dos notas tendida y suspirando
bajo un aire de diamantes
y de vuelos altos, altos”
Juan L. Ortiz

¿Cómo se hace para despedir a un amigo, cuando hay algo que nos oprime el pecho y cuando no podemos salir del asombro que provoca su prematura e injusta muerte?
Parece imposible imaginar que alguien haya hecho tanto, tanto, como Daniel Lesteime. Para cualquier persona común, hubieran sido necesarias varias vidas para lograr siquiera un poco de lo que él hizo por cada uno de quienes trabajamos a su lado, recibimos su amistad, aprendimos de su inquebrantable voluntad de dar, siempre dar. Quizás, a costa de su propia vida.

Su pasión: educar, llegar hasta el rincón más alejado, ofrecer oportunidades a quienes más lo necesitan. Y formarse siempre, alcanzar y sostener los niveles más altos del saber académico, trascendiendo incluso las fronteras nacionales.

Indómito, imparable, tierno y amoroso a la vez. Nunca una jactancia, siempre la rectitud y la sencillez. Cabal en sus convicciones políticas, comprometido con el ideal de una sociedad menos injusta, menos cruel, más humana. Siempre y en cada uno de sus actos, de sus conversaciones, de sus clases magistrales, de su trabajo en todos los órdenes y espacios donde consiguió sin esfuerzo el respeto y la admiración.

Si hay algo que pudiéramos reclamarle es que estaba siempre al límite, que no tenía freno en lo personal, en cuidarse, en descansar. Tampoco en lo profesional: siempre intentando hacer algo más por la educación, por fortalecer la calidad académica de las instituciones a las que representaba.
Decir que nos lega un gran ejemplo, es poco, es insuficiente. Estará con nosotros cada vez que pensemos que algo no vale la pena, que sintamos temor o falta de fortaleza. Él nos dirá que sí, que vale la pena intentarlo, que la ética no se transa, que el amor puede ser infinito. Que trabajar por los demás, donde cada uno esté, en algo grande o pequeño, en las grandes decisiones o en el día a día, es lo único que nos hace profundamente humanos. Su voz y su sonrisa, su abrazo siempre sincero y bueno, su hospitalidad volverán en el recuerdo para decirnos que nadie, nunca, se salva solo.

Hubo un vergel en su vida: Punta Batel, el lugar donde transcurrió su infancia, al que había hermoseado en los últimos años y al que iba siempre: su refugio, su lugar en el mundo, la casa de sus padres, el jardín poblado de árboles autóctonos y de flores bellas, tan cálidas como él.
¡Hasta siempre, queridísimo Dani!

*Beatriz Vottero es Profesora de la UVM (Córdoba) y Gabriela González Sandoval, Vicerrectora del ISG.