Un nuevo llamado de atención expuso esta semana un organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al advertir que las crisis medioambientales, sociales y económicas que afectan a múltiples partes del mundo están todas interrelacionadas y, por tanto, hay que abordarlas de manera conjunta.
El trabajo titulado “Informe sobre los nexos”, desarrollado y publicado por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), expuso un diagnóstico alarmante a nivel medioambiental y analizó cómo las dinámicas entre biodiversidad, agua, alimentación, salud y cambio climático interactúan de forma compleja, provocando efectos en cascada con repercusiones globales.
La biodiversidad, elemento esencial para el equilibrio del planeta, está disminuyendo de manera acelerada. Según el informe, en los últimos 50 años se perdieron entre un 2% y un 6% por década, un ritmo que, de mantenerse, significaría que las generaciones futuras vivirán en un mundo drásticamente distinto al que conocemos hoy.
Las especies animales, vegetales, hongos, e incluso microorganismos, enfrentan amenazas sin precedentes, muchas de ellas exacerbadas por actividades humanas como el consumo excesivo, el aumento de residuos y la presión demográfica.
El 50% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial depende directa o indirectamente de la naturaleza, lo que refuerza la relevancia de abordar esta crisis con urgencia. Sin embargo, los beneficios económicos a corto plazo siguen predominando en la toma de decisiones, ignorando los elevados costes que esto representa para los ecosistemas.
La profesora de Ecología Humana, Pamela McElwee, coautora del informe, afirmó: “Los costos no contemplados de los planteamientos actuales de la actividad económica ascienden como mínimo a entre 10.000 y 25.000 millones de euros al año”.
El informe subraya que las repercusiones de estas crisis no son uniformes. Más del 50% de la población mundial vive en zonas gravemente afectadas por el declive de la biodiversidad, la calidad del agua y la inseguridad alimentaria. Según Paula Harrison, copresidenta de la evaluación, “los efectos cada vez más negativos de las crisis mundiales entrelazadas tienen repercusiones muy desiguales, afectando desproporcionadamente a unos más que a otros”.
En términos de alimentación, el 42% de la población mundial no puede permitirse una dieta saludable, y más de 800 millones de personas en Asia y África padecen inseguridad alimentaria. Además, las diferencias de esperanza de vida entre regiones pueden alcanzar hasta los 31 años, como en los casos extremos de Japón y Chad.
El informe también alerta sobre las enfermedades infecciosas exacerbadas por el cambio climático: el 58% de estas enfermedades, como la esquistosomiasis, se agravan en contextos de crisis climática y pérdida de biodiversidad. En África, un proyecto en Senegal logró reducir las infecciones por esta enfermedad en un 32% al eliminar plantas acuáticas invasoras que albergaban caracoles portadores de parásitos, un ejemplo exitoso de cómo abordar problemas interrelacionados.
“La biodiversidad es vital para satisfacer la creciente necesidad de alimentos, fibras y combustibles de la humanidad, pero tenemos que producir más con menos”, apunta el informe. Y sostiene: “Los impulsores socioeconómicos indirectos, como el aumento de los residuos, el consumo excesivo y el crecimiento de la población, intensifican los impulsores directos” que contribuyen al deterioro de la biodiversidad en el planeta, dice el estudio.
La IPBES denunció las subvenciones públicas directas a actividades económicas con “efectos negativos sobre la biodiversidad”, que cifró en alrededor de 1,7 billones de dólares al año. “Otro mensaje clave del informe es que los efectos cada vez más negativos de las crisis mundiales entrelazadas tienen repercusiones muy desiguales, afectando desproporcionadamente a unos más que a otros”, subrayó Harrison.
Crisis climática y catástrofes naturales
El impacto de la crisis climática es evidente en el aumento de fenómenos meteorológicos extremos. En los últimos 50 años, se registraron más de 12.000 catástrofes naturales relacionadas con el clima, que provocaron dos millones de muertes y pérdidas económicas por valor de 4500 millones de dólares. Además, el 16% de las muertes prematuras en el mundo están vinculadas a la contaminación del aire y el agua.
Estos datos subrayan la necesidad urgente de actuar frente al cambio climático y sus efectos colaterales. Las soluciones no pueden limitarse a mitigar los impactos ambientales y deben abordar las dinámicas sociales y económicas subyacentes que perpetúan estas crisis.
El informe de la IPBES plantea que la clave para mitigar estas crisis interrelacionadas es adoptar enfoques integrales y coordinados. “Necesitamos adoptar decisiones y emprender acciones que vayan más allá del abordaje aislado de una sola cuestión”, afirmó Harrison.
Entre las propuestas concretas, destaca:
Restaurar ecosistemas ricos en carbono, como bosques, suelos y manglares.
Implementar soluciones urbanas basadas en la naturaleza para reducir la contaminación y adaptarse al cambio climático.
Promover la conservación de la biodiversidad para minimizar el riesgo de transmisión de enfermedades zoonóticas.
Reorientar los sistemas alimentarios hacia prácticas sostenibles y apoyar a los pueblos indígenas en la preservación de sus métodos tradicionales.
El informe incluye más de 70 opciones para gestionar de manera sostenible los nexos entre biodiversidad, agua, alimentación, salud y cambio climático, enfatizando la importancia de la colaboración global.
Un aspecto clave señalado por el trabajo es el papel de las políticas públicas. Actualmente, se destinan anualmente 1,7 billones de dólares en subsidios a actividades que tienen efectos negativos sobre la biodiversidad.
“Reorientar estas inversiones hacia acciones sostenibles podría marcar una gran diferencia en los esfuerzos globales por preservar los ecosistemas”, sostiene el estudio.
También da buenas noticias: la política mundial de reducción de plásticos comienza a generar una mejora en la calidad del agua, de la protección de la fauna, menos inundaciones y enfermedades transmitidas por el agua. Aún queda mucho trabajo por hacer para evitar que el 16% de las muertes prematuras en el mundo continúen debido a la contaminación del aire y del agua, como ocurre hoy en día.
Con sede en Bonn, Alemania, la IPBES fue creada en 2012 para mejorar la conexión entre la ciencia y las políticas públicas. Su último informe es un recordatorio contundente de que las soluciones aisladas no son suficientes. Las cinco crisis analizadas —biodiversidad, agua, salud, alimentación y cambio climático— están profundamente entrelazadas y demandan una respuesta global, coordinada y basada en evidencia científica.
La profesora McElwee concluyó con un mensaje claro: “Retrasar las medidas necesarias para alcanzar los objetivos políticos aumentará los costes de su aplicación”.
Frente a estas advertencias, el tiempo para actuar se reduce cada vez más. Este informe no solo alerta, sino que ofrece un plan detallado para abordar los problemas de manera integral y sostenible, brindando una hoja de ruta hacia un futuro más equilibrado y resiliente.