El economista Ricardo Arriazu sostuvo que la estabilidad de la economía argentina depende del resultado electoral del próximo domingo y del respaldo financiero de Estados Unidos. “Si las elecciones salen mal, se acaba la ayuda de Estados Unidos y el dólar se va a cualquier nivel”, afirmó durante su exposición en la 2° Cumbre Aseguradora Argentina, realizada en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
Como titular del estudio Arriazu Macroanalistas, señaló que el actual equilibrio macroeconómico se sostiene sobre una fuerte pulseada cambiaria. “El Gobierno va a hacer lo imposible para que el tipo de cambio no se mueva antes de las elecciones, porque esa es la clave del programa económico”, explicó. Según su análisis, existen dos posibles escenarios: uno de continuidad, con apoyo político y financiero, y otro de ruptura, en caso de que el oficialismo no logre los votos necesarios para mantener su margen de maniobra.
“El Gobierno puede aguantar una corrida con recursos propios, pero con la ayuda de Estados Unidos es un paseo”, sostuvo el economista. “La deuda de mercado es una de las más bajas del mundo, apenas 19 por ciento del PBI. Pero como somos estafadores seriales, los inversores quieren ver la plata. A ningún otro país le piden eso”.
Arriazu agregó que “si las elecciones salen bien y hay ayuda de Estados Unidos, el dólar baja a 1.300 o 1.350 pesos. Pero si no, puede irse a cualquier nivel”. También advirtió que “la incertidumbre tiene costos: el riesgo país argentino es diez veces superior al de Uruguay y Paraguay, aunque tenemos números macroeconómicos mucho mejores”.
En un tono más estructural, planteó que “cada vez que subió el tipo de cambio real fue por una crisis política o una salida de capitales”, y que en una economía bimonetaria como la argentina “los pesos se usan solo para pagar sueldos, impuestos y pocos gastos menores; todo lo demás es en dólares”. Según su visión, el país tiene potencial para crecer a un ritmo sostenido, pero la desconfianza impide que ese horizonte se materialice.
Detrás de ese diagnóstico, asoma una tensión que no se explica solo por la política o el calendario electoral. La fragilidad que describe Arriazu es, en buena medida, consecuencia de las propias decisiones del Gobierno: el esquema de flotación con bandas, el desarme de las Lefis, el apretón monetario y las tasas de interés que alcanzaron niveles inéditos —como el 190 por ciento anual en los descubiertos empresariales— conformaron un entorno donde la especulación desplazó al crédito productivo y la confianza se volvió un bien escaso. Más que una amenaza externa o un riesgo electoral, la inestabilidad cambiaria refleja el costo interno de un programa que priorizó la disciplina monetaria por sobre la reconstrucción de un horizonte económico previsible.