Tres grandes empresas agrícolas se declararon en default

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Aunque anticipó a la Comisión Nacional de Valores que tampoco afrontará otros vencimientos, de aquí a marzo, por 10 millones de dólares adicionales.
Es una cifra baja si se considera que el fondo Victoria Capital, que adquirió la mayor parte del paquete accionario hace unos años, lleva invertidos en ella 200 millones de dólares. Y que en estos mismos días la empresa está celebrando los 40 años de vida, con varios actos en sus distintas sucursales a lo ancho de la región pampeana. ¿Los accionistas la dejarían caer? El problema arranca en una empresa vinculada, Agrofina, dedicada a la formulación de productos de protección de cultivos. Los Grobo no solo vende y financia estos agroquímicos, sino toda la gama de insumos (semillas, fertilizantes) que requiere la producción agrícola moderna. Es una de las más grandes en el rubro. Los Grobo no están solos.
Hace pocos días cayó otra importante empresa del rubro: Red Surcos, de la familia santafesina Calvo. Tampoco pudo afrontar el pago de una obligación negociable. Más allá del contexto financiero local, con todas sus complejidades, el telón de fondo es la crisis de ingresos de los destinatarios finales de estos insumos y servicios. El campo atraviesa la tormenta perfecta. Dos años (2022 y 2023) de severas sequías. El año 2024 fue algo mejor desde el punto de vista climático, pero una plaga se llevó puesta a un tercio de la cosecha de maíz: 20 millones de toneladas, por un valor de 3 mil millones de dólares. Encima bajaron un 30% los precios internacionales. Y a pesar de esto, el Gobierno pateó para adelante la tan meneada cuestión de los derechos de exportación (las famosas retenciones).
Así, a pesar de la crisis de ingresos, el Estado sigue capturando el 33% de la soja, y el 12% de los demás culti­vos “pamphúmedos”. Este es el verdadero telón de fondo de la crisis financiera de los proveedores de insumos tecnológicos. La caída de los precios está impactando a los agricultores de todo el mundo. Esta misma semana el Congreso de los Estados Unidos aprobó un paquete de ayuda urgente, por 10.000 millones de dólares, para inyectar liquidez a los “farmers”. Es lo mismo que el Gobierno argentino puso en el presupuesto de 2025 en concepto de retenciones. Un contraste obsceno.
Y Washington aprobó también mandarles en los próximos 90 días otros 20.000 millones como compensación por catástrofes naturales (sequía, incendios), que se suman a los 200.000 millones de subsidios anuales. La medida fue recibida con alivio por los agricultores, pero también por la industria proveedora, y las compañías que comercializan los productos del agro están sufriendo la crisis. Entre las de insumos el ajuste es feroz: Bayer y Corteva, las dos gigantes, están en severos programas de reducción de costos. John Deere, la principal empresa de maquinaria agrícola del mundo, despidió a 16.000 empleados en todo el mun­do. Cargill también anunció un programa de reducción de personal. El agro argentino es el más competitivo del planeta. A partir de una poderosa revolución tecnológica, basada en nuevas prácticas, como la “siembra directa”, la biotecnología y la correcta nutrición de los cultivos, se logró un espectacular incremento de los rendimientos.