“Llenamos la plaza para que los senadores escuchen y no voten esta ley”

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“Estamos llenando la calle para que los senadores nos escuchen y no voten la Ley Bases”, dice Josefina Centurión. Lleva un cartel ilustrado con una foto de Milei, al que le han puesto una corona y una advertencia “esta ley otorga facultades ilimitadas al Poder Ejecutivo”. Mientras el Senado debate el proyecto del gobierno, una multitudinaria concentración de gremios, movimientos sociales, partidos de la izquierda y autoconvocados permanece en la plaza del Congreso. A las dos de la tarde, las centrales sindicales intentarán hacer un acto. Pero antes, las fuerzas federales allí apostadas comenzaron a reprimir para alejar las columnas del Congreso.

En la plaza se juntó gente desde muy temprano. A las 9 de la mañana ya se veían banderas y pancartas cubriendo su primera mitad, llevadas por los gremios, las organizaciones sociales y la izquierda.

“Vine porque soy una trabajadora que dependo de una planta estatal; soy docente, me movilicé con mi sindicato. Espero que la plaza se llene y logremos presionar al Congreso”, dijo Inés Tropea, con un chaleco de la Unión de Trabajadores de la Educación. Se sentía animada porque la Ctera consiguió quitar del proyecto la eliminación del Fondo de Incentivo Docente, pero a la vez insegura. “Estuve viendo que Lousteau habló de incluir cambios y eso me da miedo”, planteó.

Como ella, muchos otros manifestantes fueron llegando a la plaza con la camiseta puesta. Las remeras negras de los aceiteros, por ejemplo, se distinguían como un islote sobre el costado izquierdo de la plaza, pegados al tráfico de Irigoyen. Daniel Yofra, su titular, contó que llegaron los que pudieron, porque el ministerio de Trabajo les dictó la conciliación obligatoria en el paro que habían declarado para la jornada. “Lo hicieron para impedir que nos movilicemos”, resumió. Yofra estaba molesto no sólo con el gobierno: “hoy somos pocos los que hacemos huelga”, opinó, y agregó que “si la CGT y las centrales hubieran llamado al paro el panorama sería otro”.

Cuando el número de manifestantes fue aumentando hasta cortar las calles del costado de la plaza, a eso de las 10 de la mañana, la policía hizo un cordón para mantener abierta la circulación de los colectivos sobre las avenidas Entre Ríos y Callao.

En la columna de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep) Josué y Alejandro, del Movimiento Los Pibes, sumaban una movilización más a su biografías, aunque sin hacerse expectativas con los resultados. “Estos son los representantes de un sistema de descarte”, opinó Josué señalando en dirección al Congreso. Y Alejandro meneó la cabeza ante la pregunta de si los senadores iban a escuchar lo que se estaba pidiendo en la plaza. “Esta gente ya no escucha nada, están en otro planeta”, respondió. “Para este gobierno la institucionalidad es un juego, una cosa que hace para entretenernos un rato, pero al partido no lo juega acá”.

Cerca de las 11 al operativo policial se agregó la gendarmería, en medio de silbatinas. No paraban de llegar nuevos grupos de gremios (la rama recolectores de camioneros, aeronáuticos, Canillitas, el Sipreba, taxistas, la Conadu) y el clima de la protesta era nítidamente desafiante. La que se acercaba a la plaza del Congreso era gente caliente. Si llegaba suelta, sin ser parte de una organización, menos dispuesta parecía a aceptar ponerse detrás del vallado para mantener abierto el tránsito.

Por ejemplo, muchas personas se cruzaban a la vereda misma del edificio del Congreso para protestar allí y no de lejos. Sergio Amaya, integrante de un club de barrio en el municipio de Moreno, hizo ondear junto a las escalinatas de la entrada con una enorme bandera argentina. “Soy un militante de base y hoy me toca estar acá, contra esta ley hecha para regalarle con el RIGI los bienes nacionales a las empresas extranjeras”, dijo. Los autos que pasaban lo saludaron con bocinazos. Mientras daba esta declaración, un grupo se acercó y le pidió la bandera para también hacerla ondear y tomarse fotos. Venían desde La Plata. “Tenemos 15 comedores que hoy sobreviven porque el gobernador Kicillof nos sigue mandando comida”, contó José Soria. Atrás se habría formado una pequeña barra que se puso a cantar “no se vende, el pueblo no se vende”; eran municipales de San Martín. Ese era el ánimo de la calle al mediodía: los gremios en la plaza, encolumnados; los sueltos, dando señales de que se sentían hartos, desbordando en la medida que podían el vallado policial para agitar una bandera en la vereda del Congreso.

Los gases

Mientras en el recinto continuaban los discursos de senadores, en la calle los efectivos de Prefectura comenzaban a acercarse a los manifestantes que estaban ubicados en Rivadavia y Callao. Entre las columnas estaba un grupo importante de diputados de Unión por la Patria que comenzaba a acercarse a la plaza. En ese momento, los prefectos comenzaron a lanzar gas pimienta en la cara de la gente, incluso a los legisladores.

Con el gas lanzado la doble fila de prefectos avanzó sobre diputados y manifestantes. Sin duda lo que pretenden las fuerzas de seguridad que dirige la ministra Patricia Bullrich, es impedir que la concentración crezca en cantidad de gente y, sobre todo, no se realice el acto que estaba previsto para las 14.

En las veredas quedaron los afectados por el gas y muchos eran atendidos por voluntarios de la Cruz Roja. El diputado de UxP, Carlos Castagneto, fue uno de los más afectados y debió ser trasladado a la enfermería de la Cámara de Diputados. Luego, junto a otro cuatro legisladores, Castagneto fue derivado al hospital Santa Lucía.

“Parece que quieren declararle la guerra al pueblo argentino”, afirmó la diputada Cecilia Moreau.